Cristóbal y Picasso: El Arte y la Paz. Por Jesús Rubio Jiménez

 

A los 4 años de la muerte de Cristóbal, y coincidiendo a su vez con el 50 aniversario del fallecimiento del genial artista malagueño Pablo Picasso, traemos aquí este pequeño homenaje a ambos de la mano del profesor Jesús Rubio Jiménez.
Cristóbal, como muchos artistas de su época, sintió simpre una especial admiración por Picasso, por su pintura, su modernidad y vanguardismo, así como por su personalidad y compromiso ideológico.

Cristóbal y Picasso: El Arte y la Paz 

Se han cumplido el día 8 de abril cincuenta años de la muerte de Pablo Picasso (Málaga, 25 de octubre de 1881-Mougins, 8 de abril de 1973). Continúa intacta la consideración de haber sido el pintor más renovador e influyente del siglo XX. Ningún revisionismo biográfico ha logrado hacer mella en esta valoración y su obra sigue inspirando a los artistas de todo el Mundo al igual que lo hizo durante gran parte de su vida.

Pocos artistas tienen la suerte y a la vez la responsabilidad de ser iconos de su tiempo. Picasso la tuvo y algunas pinturas suyas sintetizan toda una época. Entre ellas sobresale El Guernica (1937), que pintó para el Pabellón de la Segunda República de la Exposición Internacional de París, después del bombardeo de Guernica el 26 de abril de 1937 por la Legión Cóndor alemana a petición de Franco. Aquel terrible suceso le inspiró para desarrollar el mural que los responsables españoles de la Segunda República le habían pedido para el pabellón español. El cuadro simboliza todo el horror de la guerra y la tragedia de la muerte de muchas víctimas inocentes y se ha convertido con el tiempo en uno de los emblemas universales contra la guerra.

La obra del pintor malagueño adquirió desde entonces una dimensión política que no ha hecho sino crecer después, jalonada por otras obras como El osario (MoMA, de Nueva York, 1945), Monumento a los españoles muertos por Francia (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, de Madrid, 1947) y La paloma de la paz (1949), que pintó cuando se adhirió al Consejo Mundial de la Paz.

En 1951 pintó Masacre en Corea y en 1952 La guerra y La paz para decorar la capilla de Vallauris. Son nuevos alegatos antibelicistas acompañados de gestos personales comprometidos como su afiliación al Partido Comunista Francés en octubre de 1945, que determinaron en los años siguientes su consideración social.

Picasso: Masacre en Corea. (1951). Óleo sobre tela: 210×110 cm

En adelante cualquier gesto suyo y no solo las pinturas fueron analizados minuciosamente suscitando adhesiones y rechazos. Bastaba su presencia en algún acto para darle un realce inusitado y la presencia de sus cuadros en exposiciones producían verdaderas cataratas de escritos críticos.

Los artistas españoles seguían con absoluto interés el devenir de su obra y en muchos casos adquirió también un valor modélico su militancia política. Bastará aquí recordar el gran homenaje de los artistas españoles a Antonio Machado en 1955, para el que pintó el cartel con el hoy célebre retrato del poeta y donde expuso algunas pinturas ya emblemáticas, en particular Monumento a los españoles muertos por Francia.

Picasso, además, a partir de los años cincuenta con su constante deseo de experimentar otras técnicas se interesó por el linóleo y entre 1954 y 1968 se calcula que llegó a crear y a imprimir con el impresor Hidalgo Arnéra en Villauris unos 200 linograbados sobre diferentes asuntos. En los artistas del movimiento español de Estampa Popular tuvieron una enorme influencia, cuando José Ortega difundió esta técnica entre ellos.

En 1960 en la galería parisiense de Louise Leiris expuso 45 grabados sobre linóleo, realizados en los años anteriores, con un gran éxito que se multiplicó en cuanto a su difusión con la impresión de las obras expuestas en un libro con una tirada de más de 500 ejemplares. Era el momento de eclosión del movimiento de Estampa Popular.

Jóvenes pintores españoles como Cristóbal Aguilar no podían sentir sino admiración por el artista malagueño por más que en España se silenciaba hasta donde era posible su obra. Su militancia en el PCE, como la de varios otros artistas del movimiento de Estampa Popular, reforzaba aún más todavía esta admiración y más aún cuando en sus primeras exposiciones en el exterior –en la galería Epona parisiense– supieron que el pintor malagueño se había interesado por el trabajo de aquellos jóvenes y los había alentado a continuar.

Cartel Estampa Popular, Exposición en París. 1962

A través de José Ortega, que tuvo ocasión de mostrarle al artista malagueño distintas carpetas con obras de Estampa Popular supo Cristóbal el interés que Picasso mostró por sus grabados y su deseo de conocerlo cuando viajara de nuevo a París. Pero este encuentro nunca se produjo ya después.



Como era habitual en Cristóbal a la admiración siguió el reconocimiento del maestro y la realización de actos y de gestos en homenaje suyo. Dos retratos de 1981 al menos testimonian este aprecio y fueron motivados sin duda por la conmemoración del primer centenario del nacimiento de Picasso en Málaga el 25 de octubre de 1881, que dio lugar a numerosas actividades artísticas en Sevilla donde residía entonces Cristóbal.

El primero de ellos presenta una imagen cotidiana del artista: con boina y bufanda, fumando un pitillo. Seguramente lo extrajo de una fotografía y lo reprodujo en el libro de Juan Paredes Núñez, Juan Ramón Jiménez y Picasso (Universidad de Granada, 1987) que es un homenaje al pintor y al poeta, que por cierto había nacido el 23 de diciembre de 1881. La concurrencia del centenario de ambos motivó la escritura del ensayo del profesor Paredes Núñez, aunque el librito no se publicó sino unos años después. El carácter de homenaje impregna su ensayo, consistente en un sugestivo análisis de la pintura en la poesía de Juan Ramón –quien en su juventud quiso ser pintor– y el retrato lírico que trazó del malagueño: “Pablo Ruiz Picasso. Las curvas agudas”, recogido en Españoles de tres mundos. Por su lado, también Picasso escribió obras literarias muy personales.

Cristóbal. Picasso fumando. Tinta china (1981)

Son dos casos en que la pintura y la poesía conviven de forma natural y si el poeta no dudaba en recurrir a la pintura como lenguaje que completaba su escritura, también Picasso iba a afirmar que “La pintura es una poesía que nos permite acercarnos a la verdad.” Ilustró numerosas obras literarias desde sus primeros años cuando colaboró en la revista Arte Joven (1901) y después su relación poetas será constante: con Max Jacob a quien dedicó múltiples ilustraciones como las de su personaje místico Saint Matorel; para Guillaume Apollinaire y la obra El bestiario o cortejo de Orfeo trabajó en 1908 en un desfile de animales con un sentido órfico y cristológico… En adelante siguió ilustrando libros realizando más de 150 en toda su trayectoria: la Metamorfosis, de Ovidio; Lysistrata, de Aristófanes; Le chef d´oeuvre inconnu, de Balzac, etc., etc. Y dando un paso más ensayó también la escritura poética a partir de 1934, en plena crisis personal, publicando algunos poemas en 1936, aunque ya en 1924 había realizado alguna colaboración literaria en la revista La Revolution Surrèaliste y en 1941 escribiría la comedia grotesca Le désir attrapé par la queue. Hoy se contabilizan varias docenas de poemas escritos indistintamente en español y en francés y fue sumando otras publicaciones, siempre muy personales.

Con su librito Paredes Núñez y Cristóbal sobre Juan Ramón Jiménez y Picasso realizaron a su vez una nueva convergencia entre pintura y literatura para homenajear a estos dos andaluces universales. En el caso del Cristóbal, además del retrato mencionado, se incluyen otro de Juan Ramón Jiménez, algunas pequeñas letras capitulares y sobre todo una imagen donde se juntan dos imágenes emblemáticas del pintor –la paloma de la paz– y del poeta: sus conocidas ramitas de perejil, con las que simbolizaba su dedicación sencilla y permanente a la poesía.

El segundo retrato que Cristóbal realizó de Picasso es un grabado donde presentó al pintor en un gesto con un cierto aire irónico: vestido con un jersey rayado y sobre su cabeza se ha posado la paloma de la paz. Lo distribuyó entre sus amigos sin que sepamos cuantas estampas imprimió. Tiene cierto toque de juego cómplice en su unión del ave de la paz y del pintor.

Cristóbal. Viva Picasso. Xilografía

También a Cristóbal le gustaba pasear por el parque sevillano de María Luisa, permitiendo que las palomas lo asaltaran mientras las alimentaba como se puede apreciar en la fotografía que incluimos.

Cristóbal en el Parque de María Luisa de Sevilla (principio de los 80).

Aún pintó Cristóbal otro retrato de Pablo Picasso en un grabado del que apenas estampó dos ejemplares, uno de los cuales se conserva hoy en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. En el boceto del mismo realizó ya Cristóbal uno de sus retratos de mayor impacto y con la singularidad de que no recurre a la representación del busto del retratado, sino que lo presenta de cuerpo entero con un detallado dibujo de su rostro y de sus manos. Los ojos y las manos inolvidables del artista. Singular también porque va ataviado con un sombrero de picador y a sus pies hay una paloma recalcando la cercanía a esta ave que había inmortalizado. Sin lugar a dudas son dos elementos identificadores de sus aficiones, pero sobre todo emblemas fundamentales de su mundo simbólico: en el toro vio Picasso la fuerza del pueblo español y recurrió a ellos con frecuencia. Y su genuina paloma de la paz se ha convertido en un icono universal de la aspiración a la paz entre los diferentes pueblos del Mundo. Sin dejar de ser genuinos animales de la vida española más cotidiana alcanzan así un significado trascendente. Y en cuanto a la figura completa del artista rebosa inmediatez y hasta cercanía sin perder su grandeza. Sin duda es uno de los retratos más relevantes de Cristóbal que vivió con entusiasmo las celebraciones del centenario de Picasso en Sevilla donde se organizaron diferentes exposiciones y otros actos conmemorativos dentro del clima de normalización democrática que se vivía en España en aquellos años. Era como una vuelta del maestro a su tierra. Y si por un lado se agrupaban a su sombra los jóvenes artistas en exposiciones como Picasso 1881-1981. Nueva Generación en Homenaje a Picasso (Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, 24 de marzo a 18 de abril de 1981), por otro, quienes durante los años de la clandestinidad había tratado de imitarlo, recibían reconocimiento. Compañeros de viaje de Cristóbal como el escultor Nicomedes Díaz Piquero se sumaron también a homenajearlo, este con un magnífico retrato escultórico de busto del pintor. Y no faltó tampoco una gran exposición antológica: Pablo Picasso: 1881-1981 (Obra Cultural del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla, 1981).

Cristóbal. Picasso con sombrero. Xilografía, 120 x 210 cm (1981). CAAC (Centro Andaluz de Arte Contemporáneo)

Cristóbal. Boceto para la xilografía Picasso con sombrero. 120 cm x 210 cm (1981)

Los retratos del pintor que hizo Cristóbal por lo tanto testimonian su admiración por el pintor malagueño y recalcan el mensaje pacifista que Cristóbal destacaba en su obra una y otra vez siempre muy por encima de la militancia política de partido. Y él mismo con el tiempo hizo suya la costumbre de dibujar y de grabar palomas, que enviaba a sus amigos acompañadas con frases donde comparecía con insistencia la palabra PAZ como un valor superior deseado.

Cristóbal. Paz. Xilografía

Para nada quiere esto decir que olvidara el potente valor testimonial de la pintura política picassiana, no solo la de grandes obras como las mencionadas al comienzo de estas páginas sino también manifiesta en otras de menor prestancia pero que resultaron igualmente muy eficaces socialmente. Pienso, por ejemplo, en los dos grabados Sueño y mentira de Franco (1937), con su formato similar a las aleluyas españolas, con un total de dieciocho escenas, pensadas para ser reproducidas como estampas y donde denunciaba el golpe de estado fascista, señalando los crímenes de la guerra y describiendo a Franco como una figura grotesca, como un nuevo Ubú Rey, de Alfred Jarry, así de ridículo y monstruoso. Escasamente antropomórfico y que inspira terror y burla al mismo tiempo. También lo representa a caballo como una especie de don Quijote inverso: sus ensoñaciones producen la muerte a todo un país. Al final, en las últimas viñetas, el personaje desaparece y solo queda el reguero de muerte y destrucción que ha producido. La editó él mismo a beneficio de la República con su poema, escrito a borbotones de palabras, Fandango de lechuzas:

Fandango de lechuzas escabeche de espadas de pulpos de mal agüero estropajo de pelos de coronillas de pie en medio de la sartén en pelotas – puesto sobre el cucurucho del sorbete de bacalao frito en la sarna de su corazón de cabestro – la boca llena de jalea de chinches de sus palabras – cascabeles del plato de caracoles trenzando tripas – meñique en erección ni uva ni breva – comedia del arte de mal tejer y teñir nubes – productos de belleza del carro de la basura – rapto de las meninas en lágrimas y en lagrimones – al hombro el ataúd relleno de chorizos y de bocas – la rabia retorciendo el dibujo de la sombra que le azota los dientes clavados en la arena y el caballo abierto de par en par al sol que lo lee a las moscas que hilvanan a los nudos de la red llena de boquerones el cohete de azucenas – farol de piojos donde está el perro nudo de ratas y escondrijo del palacio de trapos viejos las banderas que fríen en la sartén se retuercen en el negro de la salsa de la tinta derramada en las gotas de sangre que lo fusilan – la calle sube a las nubes atada por los pies al mar de cera que pudre sus entrañas y el velo que la cubre canta y baila loco de pena – el vuelo de cañas de pescar y alhiguí del entierro de primera del carro de mudanza – las alas rotas rodando sobre la tela de araña del pan seco y agua clara de la paella de azúcar y terciopelo que pinta el latigazo en sus mejillas – la luz se tapa los ojos delante del espejo que hace el mono y el trozo de turrón de las llamas se muerde los labios de la herida – gritos de niños gritos de mujeres gritos de pájaros gritos de flores gritos de ladrillos gritos de muebles de camas de sillas de cortinas de cazuelas de gatos y de papeles gritos de olores que se arañan gritos de humo picando en el morrillo de los gritos que cuecen en el caldero y de la lluvia de pájaros que inunda el mar que roe el hueso y se rompe los dientes mordiendo el algodón que el sol rebaña en el plato que el bolsín y la bolsa esconden en la huella que el pie deja en la roca.

Acompañando a las imágenes, el poema retrata ahora con palabras grotescamente al personaje y sus desdichadas obras de destrucción y muerte. Como el Guernica es un nuevo grito desesperado contra la violencia que solo produce destrucción y muerte. Picasso andaba interesado también en la escritura de poemas, rompedor de convenciones también en este aspecto y continuó durante años escribiendo textos deudores de la escritura automática surrealista. En el poema que Rafael Alberti puso como prólogo al libro de poemas de Picasso El entierro del conde de Orgaz definió bien el carácter de la escritura del pintor:

No digo más que lo que no digo

Una palabra tira de cien, de mil palabras,

un recuerdo de cien, de mil recuerdos,

una visión de cien, de mil visiones,

una imagen de cien, de mil imágenes,

un objeto de cien, de mil objetos.

Pablo según va andando va creando la selva,

poesía liana,

movimiento perpetuo,

poeta enredador, enredadera.

Y aún se añadía:

(No intente poner comas ni otros signos el que esta obra leyere. Léala sin aliento, pues puede sucederle al que se pare ser sepulto en la onda y arrastrado y tundido, sin socorro posible. Será mejor que comience de nuevo.)

Estas palabras sirven también para entender el poema que he transcrito antes, pertenece a esta “poesía liana” en la que se van enlazando unos asuntos con otros aunque siempre quede en el fondo su mensaje antifranquista. La escritura picassiana es rupturista y sugestiva como todo su arte.

Cuando los nazis invadieron Francia Picasso se embarcó en la escritura de La corrida de luto, un largo y caótico texto en español escrito entre el 3 de julio y el 19 de agosto de 1940 en Royan: se sirvió entonces del símil taurino para expresar el horror ante la muerte y la barbarie de la guerra. El mundo de la tauromaquia y los ancestrales minotauros mediterráneos adquirieron entonces una dimensión política inevitable.

Cristóbal se dejó seducir por el genio del maestro y como él participó en numerosas ediciones ilustradas, hermanando pintura y poesía aunque con mayor contención. Y no rehusó en cultivar en su arte comprometido estas conjunciones y en ocasiones hasta recurriendo a formas de acción popular diseñando aleluyas en las que late el recuerdo de Sueño y mentira de Franco. Desde esta óptica se entiende bien su colaboración en las carpetas que diferentes miembros de Estampa Popular realizaron ilustrando poemas, también colaborando en homenajes a artistas como el propio Picasso y algunos pliegos sueltos reivindicativos.

En el homenaje A los 90 años de Pablo Picasso que le dedicó la revista Litoral (23-24, diciembre de 1971-enero de 1972, p. 56), contribuyó con «Faenera bebiendo de un cántaro», un pequeño linograbado de 830 x 166 mm, de 1967. Estampación a cuchara del autor. Era como una vuelta a los años sesenta cuando esta estampa sirvió para el catálogo de una exposición popular ilustrada con breves fragmentos de textos de Beethoven, Van Gogh, Romain Rolland y Antonio Machado. La estampa representa a una joven campesina, que cubre gran parte de su cuerpo para evitar que lo dañe el sol, levantando un cántaro para beber en mitad de las faenas del campo. El estilizado gesto lo es casi todo en esta composición: la joven que levanta el cántaro para aliviar su sed transmite toda la dureza de los trabajos de la jornalera, pero también toda su dignidad que afirma su figura erguida.

Cristóbal. El cántaro. Xilografía (1967)

Alguno de los pliegos que Cristóbal realizó con intención política llaman la atención porque recurre a imágenes taurinas con intención irónica cuando no satírica como había hecho el maestro malagueño. En junio de 1988 realizó un pequeño pliego con motivo de una huelga de maestros en Sevilla: como portadilla incluyó una copia de Picasso donde un hombre que sostiene una cabeza de minotauro ve con asombro como la banderillea una mujer desnuda.[1] En el interior, además del programa de la protesta ofrece 24 viñetas taurinas de “La gran corrida”. Chocan las imágenes taurinas silueteadas con el motivo fundamental que motivó el pliego: las condiciones de vida de los docentes.

Cristóbal. Portada Díptico Huelga Docentes (1988)

Cristóbal. La Gran Corrida. Viñeta Huelga docente Sevilla (1988)

En los años de la democracia realizó otros trabajos de este tipo. Valgan dos ejemplos más: en 1986 las Aleluyas para el Referendum de la OTAN y de 1988 son «Las humillaciones mil del empleo juvenil. El paro por aleluyas sigue siendo cosa tuya». Editadas por la Agrupación de Profesionales del Partido Comunista de España. Son 24 aleluyas en columnas de a cuatro escritas por Francisco Núñez Roldán y están dedicadas al maestro caricaturista Vázquez de Sola.


Las Aleluyas del paro juvenil (1988). Dibujos Cristóbal. Textos: Fco. Núñez Roldán

Viñetas de las Aleluyas del paro juvenil (1988). Dibujos: Cristóbal. Textos: Fco. Núñez Roldán

Interior del pliego de las Aleluyas del empleo juvenil. Diseño: Cristóbal

Aleluyas para el Referendum de la OTAN de 1986. Dibujos: Cristóbal. Texto: Francisco Núñez Roldán

Un motivo picassiano ha dejado especial huella en Cristóbal: su paloma de la paz, que reitera hasta cuatro veces en el librito sobre Picasso y Juan Ramón Jiménez, ayuntada con el emblema del poeta de Moguer: unas ramitas de perejil. Como es sabido, el poeta otorgaba a esta planta un carácter simbólico, tomándolo de la tradición grecorromana donde se le asociaba con la sencillez. A partir de esta utilización simbólica por parte de Juan Ramón de las ramitas de perejil, la Fundación Juan Ramón Jiménez en Moguer, reconoce especiales servicios a personas o entidades que contribuyen a la difusión de la Cultura en la provincia de Huelva y a la profundización en el estudio de la obra del poeta, con un galardón consistente en el Perejil de plata, una joya-alfiler de plata de ley, que lleva inscrita la leyenda de Juan Ramón: “Amor y Poesía cada día.”

Con el correr de los años, Cristóbal se habituó a realizar pequeños grabados con palomas que enviaba a sus amigos y conocidos, deseándoles paz y salud con motivo de las celebraciones y otros.


Los tratamientos de las palomas en las estampas varían: unas tienen los trazos intensos de los grabados de Estampa Popular. En otras se suavizan, llegando a estilizarse tanto que se confunden en su vuelo con hojas y ramas con grandes flores blancas adquiriendo casi un aire oriental. Pueden ser palomas solitarias, pero también emparejadas con lo que los signos de concordia aún se intensifican más.

Cristóbal. Palomas magnolias. Xilografía iluminada a mano (1985)

Para Cristóbal dejar constancia de los seres sencillos fue siempre una de sus dedicaciones fundamentales. Aliadas al significado que les había otorgado Picasso es natural que se convirtieran las palomas en mensajeras de la paz en sus estampas. Es inevitable que resuene en ellas el alcance universal que había obtenido esta ave desde la celebrada paloma de la paz de Picasso[2]. Y recurría a ellas en otros diseños como sucede en el pliego Aleluyas referendum 86, relativo al ingreso de España en la OTAN. Consta este de veinte dibujos de Cristóbal glosados con aleluyas escritas por F. Núñez Roldán. Una orla rodea todo el texto, ocupando sus esquinas parejas de palomas. La última viñeta, por si no fuera suficiente guiño buscando la complicidad de los lectores del pliego, con dedicatoria «A Pablo Ruiz Picasso» y con una nueva reproducción de las emblemáticas palomas de la paz. ¿Cómo eludir conocida su intención pacifista el recuerdo lejano de las estampas del pintor malagueño con sus denuestos contra el dictador Francisco Franco?

En Picasso encontró Cristóbal un maestro de vida por su completa consagración al cultivo del arte con una pasión indeclinable. Pero también le ayudó a descubrir sus posibilidades para instruir a los espectadores, la función social comprometida del arte por la que optó Cristóbal con decisión desde los años sesenta. El arte debe denunciar las injusticias dando testimonio de ellas, pero a la vez conteniendo mensajes positivos que eleven la mirada hacia un horizonte utópico donde la Paz y la concordia se proponen como aspiraciones supremas en la convivencia de los hombres. Y no resulta así extraño que introdujera en algunas de sus estampas la palabra Paz. Y hasta que diseñara con la misma palabra alguna orla destinada a incluirla en pliegos y otras ilustraciones.

Cristóbal. Paloma. Litografía (1975)

[1] Conserva ejemplar del mismo en su colección el poeta José Luis Puerto.

[2] En Memorias de Ronda, 9, 2021, p. 91 se reproduce «Paloma», pequeño grabado dedicado a Felipe Alcaraz.


Agradecimientos:

  • Al poeta José Luis Puerto, por compartir su archivo de ilustraciones de Cristóbal.
  • A Francisco Núñez Roldán, por compartir las Aleluyas de la OTAN
  • Al CAAC, por facilitarnos la fotografía de la xilografía de Cristóbal: Picasso con sombrero.

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