EL GRABADO DE CRISTÓBAL. Por Francisco J. Palomo Díaz

Publicamos a continuación la colaboración que realizó Francisco J. Palomo para la revista Memorias de Ronda, en su número monográfico en homenaje a Cristóbal, en mayo de 2021.
El autor, ya jubilado, Profesor Titutar de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, fue Doctor por la Universidad de Sevilla con la tesis La pintura realista en Málaga (1984).
Quizás su publicación más importante ha sido La Estampa de Málaga en el siglo XX (Servicio de Publicaciones del Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga. 2005). En el Tomo II de dicha publicación lleva a cabo el estudio y recorrido por la obra de Cristóbal, centrado fundamentalmente en la estampa, más importantes de los realizados hasta la fecha. Fueron varios años de contacto entre el profesor Palomo y Cristóbal trabajando en esta publicación, de los que surgió una bonita y profunda amistad.

Hablar del grabado de Cristóbal Aguilar es hablar de su vida, pero sólo la he conocido personalmente desde septiembre de 2003. Desde el año siguiente, en la semana de Selectividad a la Universidad me iba a Ronda y en las horas libres de tribunal, Cristóbal me llevaba a ver el Tajo desde lo hondo, como una formación cristalina nacida del río Guadalevín por arte de su genio Martín de Aldehuela; a contemplar al sol de la tarde, desde las lomas de enfrente, el recortable de la ciudad de oro en el cielo; de peregrinaje a Arriate, ante la casa de Diego del Gastor, para reverenciar su memoria.

Cristóbal. Litografía. Cartel del III Festival de Cante

Grande de Ronda (1971).

Al concluir los paseos, nos sentábamos en el Bar Valencia, donde se reunían los camaradas del P.C.E. y los aficionados al cante. Una isla de libertad en la aristocrática villa, tan parecido a un bar de Málaga en el que nos citábamos los compañeros de célula, cuando la clandestinidad. Cristóbal Aguilar ha sido el único docente con el que he tenido amistad porque coincidíamos en todo: en política hemos estado en la base, a gusto con nuestros compañeros sindicalistas, obreros y jornaleros, sin pretensiones de nada; pasión por el arte en todas sus manifestaciones cultas y populares y, como algo natural vivido desde niño, aún sabiendo que no es folklore, el flamenco.

Cristóbal estudió grabado calcográfico en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla de 1960 a 1963 con Jesús Fernández Barrio y, al mismo tiempo, trabajó con Joaquín Sáez en la sevillana Gráficas del Sur, donde le enseñaron los expertos litógrafos Juan Gómez Gaona, técnico, y José Ruiz Nieto, pasador de planchas. En el verano de 1960, en París, estudió linograbado, xilografía y litografía con el manchego José Ortega. Los dos, junto a Francisco Cortijo y Francisco Cuadrado, todos comunistas, crearon el Colectivo Estampa Popular, que se multiplicó en varias ciudades españolas y que tuvo encuentros entre grupos y discrepancias que son conocidas. En Ronda se estableció como profesor de Dibujo en el Instituto de E. M. Pérez de Guzmán, después de ser profesor unos años en el Patronato Militar, al que llegó en 1964 (1).

Cristóbal muestra en su gráfica la realidad que vive. Sus temas nunca son neutrales y, parafraseando a Gabriel Celaya, detesta el lujo cultural. Representa la vida dura del trabajador, su interés por informarse junto a sus compañeros del tajo en la reunión clandestina en la taberna, en el corro ante el cartel reivindicativo o en torno al informante llegado de la ciudad que les habla en campo abierto. Los grupos son minoritarios, convocados boca a boca. Los rostros surcados de arrugas son el retrato de las vejaciones sufridas durante siglos.

Cristóbal ha comprendido y compartido la singular importancia de la incorporación de las masas a la historia. Dibuja, traza y talla sin la retórica académica ni la ganga atildada que tanto admira la burguesía. No se deleita en la línea virtuosa, tampoco en el remedo tremendista, porque el terror franquista no necesitaba los escenarios de Piranesi para acogotar a las víctimas en un chanceo opresivo de onda creciente como las que teorizó Gombrich. Por no quedarse en la apariencia del momento histórico representado, en tanto que sus modelos y él comparten vivencias, no es de extrañar que la burguesía malagueña le haya dado de lado. No era un desconocido artesano de pueblo. Fue rechazado e ignorado adrede por el grupo de pintores que formaron el colectivo El Palmo en 1979, aunque dijeran algunos que no sabían quién era. Pero a los que estábamos en el Partido Comunista no nos extrañó esta actitud, porque la damnatio memoriae la hemos vivido en la Transición y a lo largo de los cuarenta años que ha durado la democracia bipartidista, Neo-Restauración de la canovista, oligárquica y trufada de dictaduras privadas.

Litografía de Cristóbal Aguilar
Cristóbal. Reunión campesina. Litografía (1974)

Como se ha dicho, Cristóbal no se expresa desde el yo estilista de forzada poética personal, sino desde su posición social de trabajador en el arte entre otros trabajadores. Es uno más en la masa, que no es la suma de individualidades, negando la originalidad romántica reconocible: firma CRISTÓBAL.

Como Antonio Machado, uno de sus grandes retratos, al lado del soberbio de El Che muerto, Cristóbal rehúye los signos sociales superficiales y, como el poeta, centra su pensamiento y su voluntad en el trabajo y en la dignidad, en los que el hombre encuentra sentido a la vida. Otorga valor revolucionario a la palabra, a la comunicación entre la gente. Su obra no denota su sentimiento, sino “nuestro” sentimiento, el del mundo obrero, sin localismos ni costumbrismos.

El profesor Valeriano Bozal (2), en referencia a los grupos de Estampa Popular, ha expuesto sus características. Respecto a los sevillanos Cortijo, Cristóbal y Claudio Díaz escribió que se mueven “entre el realismo de la vida cotidiana y el realismo social”, con una visión intimista alternativa al grabado académico y, al mismo tiempo, al informalismo. Respecto a Cristóbal, destaca “el realismo de las estampas en detrimento del expresionismo (…) nunca abandonará el realismo anecdótico, cuidadoso de las pequeñas cosas, del entorno de una perspectiva muy propia de la pintura sevillana”. El propio artista, en respuesta a Raya Téllez que le preguntó por la finalidad de Estampa Popular, dijo que era “denunciar y ofrecer testimonios sobre la realidad social de aquellos momentos. Entendíamos el arte como protesta inteligible para todos y dirigido a la inmensa mayoría” (3).


En relación al aspecto sevillano señalado por Bozal, se aprecia sobremanera en los pequeños grabados de la Virgen con el Niño que a modo de felicitación navideña enviaba a los amigos. La gracia de Murillo y de La Roldana o el recuerdo de las vírgenes florentinas de Rafael, nos traen al Cristóbal más familiar y tierno, doméstico y dulce, como el amor de la madre, sea o no imagen religiosa.


Notas.-

  1. Para una visión completa de su gráfica, véase PALOMO DÍAZ, Francisco J.: La estampa de Málaga en el siglo XX, Servicio de Publicaciones de la Diputación de Málaga, Málaga, 2005, Tº II, pp. 8 a 30.
  2. BOZAL, Valeriano: “Grabado y obra gráfica en el siglo XX”, en El grabado en España (siglos XIX y XX), Tº XXXII, Summa Artis, Edt. Espasa Calpe, Madrid, 1994, pp. 752-768. Pintura y escultura españolas del siglo XX (1939-1990), Tº XXXVII, Summa Artis, Edt. Espasa Calpe, Madrid, 1992, pp. 435 y 490.
  3. RAYA TÉLLEZ, José: “Cristóbal Aguilar”, en Andalucía y la Modernidad, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, 2002, pp. 348 y ss.

Sirva esta publicación como un pequeño homenaje a Cristóbal, en el quinto aniversario de su muerte.

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