Recuerdo de Juan Antonio Díaz a Cristóbal

Desde Ronda, su querida Ronda, la Ronda eterna de Juan Ramón Jiménez, de Giner de los Ríos, de Pérez Clotet, esa «ciudad soñada» de Rilke, traemos aquí un pequeño homenaje a Cristóbal, en el cuarto aniversario de su muerte. En este caso de la mano de su fiel e inseparable amigo de los últimos  veinte años, Juan Antonio Díaz.
 

En la Primavera del 2003, y con nuestra amistad felizmente afianzada, Cristóbal, como solía hacer de cuando en vez, marchó a su casa, a su tierra de Sevilla.

Allí, con su familia, pasó un tiempo que no sabría recordar en cuanto se prolongó. Confieso que llegué a echarlo de menos. Añoraba su compañía, nuestros paseos y conversaciones, estar y debatir con él mientras pintaba… y por supuesto, nuestros desayunos con churros en casa de Juan Alba.

Entonces le escribí un sencillo poema que nunca, no sé por qué, me atreví a enseñarle. Hoy, cuatro años después de su marcha definitiva, quisiera con estos humildes versos dedicarle un sentido recuerdo, un pequeño homenaje cargado de añoranza y melancolía

 

Como ya hemos comentado en alguna entrada de este blog, Cristóbal sentía un amor especial por las flores, desde las más sencillas, las silvestres margaritas o amapolas, hasta aquellas menos comunes como las orquídeas, peonias, camelias o magnólias. Especial predilección tenía por los lirios, las rosas y las dalias, que normalmente pintaba tan delicadamente a la acuarela, aunque haya realizado algún óleo (grabados algunos más) con motivos florales.

Como decía su buen amigo, el sevillano de Ronda, Juan Ortiz, «nadie pinta las flores como Cristóbal». No se trataba de naturalezas muertas, las flores eran pintadas simpre del natural, como bien le enseñó su maestro D. Miguel Pérez Aguilera, y esa vida la traslada con esa especial sensibilidad al papel, desprendiéndose al observar cualquiera de sus motivos florales.

Óleo Cristóbal Aguilar
Cristóbal. Rosa y yedra. Óleo sobre tabla

Y como no podía ser de otra manera, las flores siempre formaron parte de sus motivos decorativos en la cerámica. Muchas obras de su cerámica se pueden contemplar en diferentes lugares de la ciudad de Ronda, ya sean mosaicos de tamaño considerable (se pueden ver en la entrada de este mismo blog, Las cerámicas de Cristóbal en Ronda) fruto de homenajes varios a personalidades rondeñas, o bien pequeños azulejos con el número de su casa y algún motivo alegórico que regalaba a sus amistades.

Para ello, los azulejos que siempre le gustaba utilizar eran adquiridos en Sevilla, en la histórica pero ya tristemente desaparecida Cerámica Montalván, en la calle Alfarería, de Triana. Eran los azulejos de 15×15 cm del «Blanco Montalván» que después decoraba y pintaba a pincel, con ese particular estilo que lo distinguía y que prodigó e introdujo en Sevilla Niculosso Pisano, ceramista italiano que se trasladó a Sevilla a vivir sobre 1490 y que falleció en esta ciudad en 1529.


Cristóbal cogiendo ramilletes de jazmines en Ronda. Foto: Juan Antonio Díaz

6 comentarios en «Recuerdo de Juan Antonio Díaz a Cristóbal»

    1. Gracias Concha, como bien dices, estos recuerdos nos hacen rememorar su paso por estos mundos. Esos lazos de amistad y su legado, tanto material como intangible, pervivirá mientras alguno de nosotros lo sigamos sintiendo en nustra alma. Saludos

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